Palabras de espiritualidad

Para no dejarnos guiar por los apetitos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Si no estamos atentos, el demonio saldrá vencedor. Por eso es que clamamos, para que todos escuchen: ¡hay que volver al ayuno, porque sin éste todo nos saldrá mal! ¡Vaya si no!

He aquí por qué no hay que obedecer a los apetitos: quien se deja guiar por sus apetitos, está obedeciendo al demonio. Recordemos esto, especialmente en lo que se refiere a los deseos del vientre. Del mismo modo, con todo lo relacionado a las pasiones. No obstante, la guerra con el propio vientre es la primera que perdió el hombre (en el Paraíso), y la primera victoria del maligno. Así es como el demonio espera ganarse a los hombres y apartarlos de Dios. Y es importante saber que, si no estamos atentos, el demonio saldrá vencedor. Por eso es que clamamos, para que todos escuchen: ¡hay que volver al ayuno, porque sin éste todo nos saldrá mal! ¡Vaya si no!

Quien no renuncia a la carne y a las grasas, rápidamente cae presa de la ira y el desenfreno, las otras dos caras de la gula. ¿Cómo? Al consumir carne —especialmente cuando lo hacemos respondiendo al impulso impuro del vientre—, para que esta pueda ser asimilada se necesita de la bilis, que es un veneno, nuestro veneno. Esa bilis disuelve la carne y la grasa, tal como la soda derrite el cebo cuando hacemos jabón. La bilis es un veneno poderoso.

Si consumimos mucha carne, crece el nivel de bilis que producimos para poder procesar tal alimento. Y, tanto crece la producción de bilis, que la vesícula resulta insuficiente para contenerla, Así es como empiezan los dolores del hombre, cuando la vesícula no puede contener ya tanta bilis. Ese mismo exceso de bilis recorre la sangre de un lado a otro y, siendo un veneno, termina atacando los nervios, debilitándolos. De esta forma aparece la impaciencia, la irascibilidad, la ira. Del exceso de bilis, que afecta a los nervios. Esta es la clave de por qué hay unos que se enfadan tan rápidamente, por nimiedades, por tonterías. Esta es la explicación de por qué hay tantos que hasta podrían morir de enojo: tienen la sangre llena de bilis, que les ataca los nervios, encendiéndose con la más simple palabra, en una dinámica que termina atormentándoles y atormentando a los demás.

¡Abran la puerta, para que escuchen también los que están afuera! ¡Ábranla bien, pero también abran ustedes sus almas, para que entre el Espíritu de luz, para que todos puedan escuchar! ¡Pero no se trata de quedarnos como simples oyentes, sino de poner todo esto en práctica!

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Tinerii, familia și copiii născuți în lanțuri, Editura Credința strămoșească, p. 151-152 )

 

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