No seas indulgente con tu cuerpo. Repréndelo cuando haga falta. De lo contrario, no podrás entender qué es el fuego del amor. Debes esmerarte, sacrificarte. Esfuerzo espiritual y físico. Sin esfuerzo no se consigue nada. Respeta siempre tu programa espiritual: canon de oraciones, oficios litúrgicos, etc. No lo tomes a la ligera. No lo dejes para mañana. Ni siquiera cuando estés enfermo, a menos que se trate de algún padecimiento mortal. Cuando yo era pequeño, solía hacer tres mil postraciones diarias, sin cansarme. Estaba acostumbrado a ello. Me castigaba, no me importaba el cansancio. Cuando, estando en el Santo Monte Athos, volvía de cargar leña en la montaña, los ancianos me ponían a trabajar en el jardín. Aunque estuviera extenuado. Me castigaba y despreciaba el cuerpo; eso sí, era robusto. ¡Pero dentro de mí había un fuego muy poderoso! ¡Mucho fuego! [...]

Cada día debes orar con amor: oraciones, troparios, postraciones, etc. Las postraciones que hacemos para la Santísima Virgen también son dedicadas a nuestro Señor Jesucristo, porque ella es quien trae a Cristo a nuestro corazón. Cristo es el Salvador de nuestras almas, y nuestra Santísima Madre es nuestra más grande intercesora.

(Traducido de: Ne vorbește părintele Porfirie – Viața și cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumenița, 2003,  pp. 283-284)