Palabras de espiritualidad

Para ser verdaderos siervos de Cristo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si quieres hacerte un siervo de Cristo, debes aprender a sufrir todo lo que Él soportó por nosotros, es decir, desprecios, ofensas, injurias, incluso escupitajos y golpes. Si soportas todo esto, estarás cargando una pequeña cruz e imitando a nuestro Señor.

El padre Efrén cayó en una desesperanza muy profunda, por causa del estado general de apatía imperante en el monasterio; así, llegó a un punto en el cual no esperaba gran cosa del stárets José. Este, por su parte, no se sentía muy convencido de hablar con el padre Efrén, porque él mismo conocía bien la indolencia que reinaba a su alrededor. Pero, debido la insistencia del primero, envió al padre Atanasio a que le llamara. Así, al encontrarse con el stárets, el padre Efrén comenzó a lamentarse:

—Veo que los demás hermanos se ocupan solamente en hacer manualidades, de tal suerte que no queda nadie con quién aconsejarte, o a quién revelarle tus problemas y preocupaciones espirituales. ¿En esto consiste la vida monacal? ¿Realmente tenemos que trabajar desde el amanecer hasta el ocaso, soportando toda clase de ofensas y sin recibir jamás una sola palabra de aliento? ¿En dónde ha quedado la virtud? ¿Y el amor? ¿Y la oración?

—Atención, hijo, que estás hablando de tu stárets, a quien Dios mismo te encomendó. Luego, no tienes permitido juzgarlo ni apartarte de él.

—Bien, ¿pero así debe comportarse un stárets? ¿Por qué no podría salir y buscarme un padre espiritual más experimentado?

—Escucha, hijo mío. Sabes bien que prometiste apartarte del mundo... ¿y ahora te da por buscar la honra y elogios de los demás? ¡Entiéndelo, te engañas! Si quieres hacerte un siervo de Cristo, debes aprender a sufrir todo lo que Él soportó por nosotros, es decir, desprecios, ofensas, injurias, incluso escupitajos y golpes. Si soportas todo esto, estarás cargando una pequeña cruz e imitando a nuestro Señor. No es posible alcanzar la salvación y el progreso espiritual entre alegrías, el encomio de los demás y un trato afable de todos hacia ti.

(Traducido de: Arhimandritul Efrem Filotheitul, Starețul meu Iosif Isihastul, Editura Evanghelismos, București, 2010, pp. 168-169)