Para vencer la enemistad
“Esta es el arma de los justos quienes, retirándose, vencen, como lo hacen los arqueros más experimentados, que se retiran y se esconden, para herir a los rivales que son más fuertes que ellos”.
¿Cómo dejar atrás la animadversión de nuestros enemigos? Con tres cosas: renuncia, mansedumbre y oración. ¿Qué clase de renuncia? Renuncia a todo, a excepción de la fe y la pureza. Esta, sumada a la mansedumbre y la oración, siempre y siempre.
San Ambrosio escribe: “Esta es el arma de los justos quienes, retirándose, vencen, como lo hacen los arqueros más experimentados, que se retiran y se esconden, para herir a los rivales que son más fuertes que ellos”.
Un hermano fue insultado por su amigo. Sin embargo, deseando restaurar la paz entre ambos —y sin ser culpable de nada—, fue a buscarlo para reconciliarse. Pero el otro ni siquiera quiso abrirle la puerta, y dando voces desde el interior de su casa, le ordenó que se marchara. El primero, apesadumbrado, fue a buscar a su confesor, quien, luego de escuchar todo, le dijo: “Cuando te dirigías a reconciliarte con tu amigo, durante todo el camino lo fuiste condenando con tu mente, justificándote a ti mismo. Mi consejo es el siguiente: a pesar de que fue el otro quien pecó en contra tuya, convéncete a ti mismo de que fuiste tú quien pecó contra él. Haciendo esto, vuelve a buscarlo, pero esta vez te condenarás a ti mismo cuando vayas de camino”. Así lo hizo aquel hombre. ¿Qué fue lo que pasó? Que al llegar, justo cuando estaba por llamar a la puerta de su amigo, este salió corriendo a abrazarle, pidiéndole que se reconciliaran.