“Pedid, buscad, llamad”
Somos instados a pedir la Gracia con perseverancia, para que se nos den “oídos para escuchar” Su Palabra y “un corazón para entender” Su voluntad (Isaías 6, 10).
En tanto la tierra no sea irrigada, no podrá producir ningún fruto, por más semillas que se pongan en ella.
Lo mismo ocurre con el corazón del hombre: aunque escuche la Palabra de Dios, no podrá producir un fruto digno de esta Palabra, si antes no es hidratado por la Gracia de Dios.
Por eso es que se nos ha ordenado orar con fervor, para recibir la Gracia. “Pedid, buscad, llamad”, dice el Señor (Mateo 7, 7). Con esto somos instados a pedir la Gracia con perseverancia, para que se nos den “oídos para escuchar” Su Palabra y “un corazón para entender” Su voluntad (Isaías 6, 10).
Nada podremos, si carecemos de esto. No olvidemos que tenemos un corazón completamente corrupto, a tal grado que, aunque escuchemos la Palabra del Señor, no la podemos entender y profundizarla en nuestro corazón; y, aunque la entendiéramos, no la podríamos poner en práctica. Por eso, a cada instante necesitamos de la Gracia de Dios, que es nuestro auxilio en la práctica de la virtud.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Dumnezeu în împrejurările vieţii de zi cu zi, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 108)