Podemos tornar nuestras pasiones en virtudes
Nosotros, con el pecado, convertimos en pasiones esas fuerzas espirituales que al inicio eran buenas.
Cualquier manifestación en el alma del hombre primigenio fue, al comienzo, por su propia naturaleza, positiva. Posteriormente, estas manifestaciones degeneraron, mutilándose y desfigurándose por causa de la caída en pecado. Las pasiones del pecado que se observan actualmente —como el condenar a los demás, la ira, los apetitos, etc.— al principio eran rasgos positivos del alma humana.
Todo eso fue dado por Dios para que obráramos el bien, para librarnos del mal y alcanzar una perfección aún mayor. Pero nosotros, con el pecado, convertimos en pasiones esas fuerzas espirituales que al inicio eran buenas.
Cualquier pasión, por repugnante que parezca en su degenerado estado de manifestación, es la expresión de las fuerzas espirituales y también una señal de una capacidad de la cual esta depende, y en función de aquel a quien sirve —el bien o el mal—, adquiere un valor, sea positivo, o negativo.
Con el auxilio de Dios y con el esfuerzo personal, cada pasión puede transformarse, de un desagradable defecto, en una cualidad del alma. También condenar es una pasión así. Y puede ser, o una virtud, o un pecado.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Cea mai scurtă cale către Rai ‒ Nu judeca și nu vei fi judecat, Editura Sophia, București, 2007, p. 40)