Palabras de espiritualidad

¿Por qué, alma mía, no quieres hacerte morada del Señor?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Alma mía, fuiste creada para que fueras una iglesia de Dios, pero te has convertido en una sórdida gruta, a donde vienen los bandidos a regocijarse.

Alma mía, fuiste creada para que fueras una iglesia de Dios, pero te has convertido en una sórdida gruta, a donde vienen los bandidos a regocijarse.

¿Por qué no has querido engendrar al Hijo de la Sabiduría, Quien te hubiera dado luz y renombre, en vez de criar sólo hijos de la maldad, que me han llenado la mente y te han pagado con más oscuridad e irracionalidad...?

Y he aquí que ahora te alimentas con el mismo fruto que sembraste. Y todo lo que proviene de ti, a ti regresa multiplicado. ¡Oh, si hubieras conocido al menos la belleza de la Virgen Celestial, cuyo rostro tú tendrías que llevar en mi interior! ¡Si hubieras sabido lo maravilloso y poderoso que es el Espíritu Santo, Quien la amó! ¡Si hubieras sabido, al menos, lo bello y glorioso que es el Hijo que ella parió! Te aseguro, torpeza mía, que habrías llorado lágrimas de sangre, porque pusiste el sello de tu indignidad también sobre mi cuerpo.

Entonces apartarías los espíritus impuros, alma mía, y los enviarías a una manada de cerdos. Entonces apartarías sus retoños, que también a ti te han alimentado con las sobras de lo que comen esos marranos. E incensarías tu casa con el incienso más aromático y la iluminarías con veladoras de las que se usan en el altar. La adornarías con flores y estrellas. Y los ángeles, que rodean a la Soberana del Cielo como con un atuendo blanco como la leche, vendrían con gozo a visitarte, trayéndote las buenas nuevas de la Annciación, que estremecerían todas tus entrañas. Tus entrañas se sobrecogerían como el rocío de la mañana en la montaña detrás de los mansos rayos de sol. Y tú te alegrarías, alma mía, entre las almas disipadoras del mundo.

(Traducido de: Sfântul Ierarh Nicolae Velimirovici, Rugăciuni pe malul lacului, Editura Anestis, 2006, pp. 96-97)