Palabras de espiritualidad

¿Por qué el maligno me impide orar en paz?

    • Foto: Ovidiu Proca

      Foto: Ovidiu Proca

¿Cuánto dura recitar el “Padre nuestro”? ¿Un minuto? Y, sin embargo, ¡cuántos pensamientos nos pasan por la mente en ese brevísimo momento de oración!

Padre, ¿puede decirnos algo sobre la “lucha invisible” del cristiano?

—Cuando oras, miles de pensamientos asaltan tu mente. Por el contrario, cuando estás viendo una película en el televisor, puedes permanecer más de dos horas sin apenas moverte, y tu mente se concentra por completo en lo que estás viendo.

Intenta recitar el “Padre nuestro” en este momento y verás que un torrente de pensamientos viene a tu cabeza. ¿Cuánto dura recitar el “Padre nuestro”? ¿Un minuto? Y, sin embargo, ¡cuántos pensamientos nos pasan por la mente en ese brevísimo momento de oración! ¿Si son pensamientos de pecado? Es posible que no todos lo sean, porque lo único que le interesa al demonio es impedir que ores.

Por ejemplo, cuando dices “… nuestro pan de cada día”, te acuerdas de que se te olvidó ir al mercado a comprar pan para mañana, o te preguntas qué hora es, o si está lloviendo afuera, o si está nevando, o si el día está soleado. ¡Miles de pensamientos inocentes, sí, pero con un propósito diabólico: apartar tu atención de la oración!

Así que no es correcto decir: “¡Mis pensamientos son inocentes, infantiles!”. Puede que sean pueriles, pero debajo de ellos subyace algo mucho más serio. La mayoría de cosas que hacemos son malas. Muy pocas son realmente buenas, porque el mal es muy imaginativo. Solamente tenemos que pensar en todas las maquinaciones del hombre para obrar el mal, en cuánto trabajo mental le supone imaginarse algo malo, en cuántos recursos utiliza para cometer algo verdaderamente perverso… En tanto que el hombre bueno es muy simple. Él sabe que hace el bien, y lo hace. No se desvive tratando de inventar cualquier clase de sistemas ocultos y subterráneos.

Vuelve a Dios, porque Él te espera.

(Traducido de: Părintele Gheorghe CalciuCuvinte vii, Editura Bonifaciu, 2009, p. 43)