Palabras de espiritualidad

¿Por qué encendemos velas por nuestros difuntos?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Se encienden veladoras en todos los oficios: bautizo, boda, funeral, memorial de difuntos y bendiciones. La luz de la candela representa la luz eterna y permanente del Reino de Dios. Más allá de la práctica litúrgica, existe otro aspecto relacionado al hecho de encender velas. Los cristianos, aún desde tiempos remotos, encendían candelas en señal de oración y sacrificio; la veladora se consumía despacito, honrando a Dios.

Desde los tiempos más remotos, el hombre amó y buscó la luz. Las antiguas obras poéticas y también las filosóficas hablan de la lucha entre luz y oscuridad. La luz solar, y luego la luz artificial fueron asociadas con el bien, con la felicidad e incluso con la idea de divinidad. De una forma magistral, el texto de las Sagradas Escrituras habla sobre nuestro Señor Jesucristo, llamándolo “luz del mundo”: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” (Juan 8, 12).

Desde Cristo, “luz del mundo”, a la humilde luz de la veladora, el cristianismo ha contemplado siempre el misterio de la encarnación del Señor. De manera práctica, seguramente Jesús —y luego sus Apóstoles— utilizaron en su encuentro eucarístico veladoras, para que el lugar estuviera iluminado. Tomando en cuenta el hecho que la Última Cena tuvo lugar de noche, junto a las primeras reuniones eucarísticas de los cristianos originales, la candela entró fácilmente en el culto litúrgico. Ya en el siglo II, la primera descripción del oficio vespertino nos menciona que la mitad del servicio constaba en la entrada del sacerdote con un cirio encendido, en medio de la congregación, mientras se repetía: “La Luz de Cristo nos alumbra a todos”.

A lo largo de la historia, la candela y su cálida luz llegaron a ser utilizadas en todos los oficios litúrgicos de la Santa Iglesia. Prácticamente no existe ninguno en el que no se utilice al menos una veladora encendida.

Se encienden veladoras en todos los oficios: bautizo, boda, funeral, memorial de difuntos y bendiciones. La luz de la candela representa la luz eterna y permanente del Reino de Dios. Más allá de la práctica litúrgica, existe otro aspecto relacionado al hecho de encender velas. Los cristianos, aún desde tiempos remotos, encendían candelas en señal de oración y sacrificio; la veladora se consumía despacito, honrando a Dios.

El culto a los difuntos está vinculado al uso de veladoras. De acuerdo a la costumbre, a los que están por partir a la vida eterna, se les pone una candela encendida en la mano; de igual manera, en la cabecera del lecho se encienden otras tantas en algún candelabro. Luego, la prósfora y el nombre escrito de la persona, la koliva, el pan trenzado en forma circular y los otros dones ofrecidos por su alma, todo ello de reparte con una candela encendida.

Desde un punto de vista simbólico, encendemos y repartimos candelas porque representan la encarnación física de nuestra oración, por el alma del que ha partido a la vida eterna.