Palabras de espiritualidad

Por qué es necesario orar desde el corazón

  • Foto: Bogdan Bulgariu

    Foto: Bogdan Bulgariu

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Es necesario perseverar en el trabajo interior. En vano repetimos oración tras oración con la boca y con la mente, si no profundizamos, si no vivimos lo que estamos diciendo.

Es muy importante saber orar. Muchas veces, hasta nosotros, los monjes, a pesar de vivir en el monasterio, no oramos, aunque nos parezca lo contrario. No basta con ir a la iglesia o asistir a los oficios litúrgicos por obligación, como cumpliendo con un deber. Es necesario perseverar en el trabajo interior. En vano repetimos oración tras oración con la boca y con la mente, si no profundizamos, si no vivimos lo que estamos diciendo.

También los laicos deben aprender a adentrarse en la oración desde el corazón, porque esta esta es nuestra única protección. Si en el corazón se hallan las raíces de todas las pasiones, es ahí donde debemos concentrarnos en trabajar. Si hasta ahora nos hemos limitado a orar superficialmente, para los tiempos que se avecinan esto no será suficiente. Y si no nos acostumbramos a orar con compunción de corazón, no resistiremos ante cualquier ataque psicológico, porque los demonios tienen distintas formas, invisibles, de “re-educar” la mente.

En nuestros días, me parece que la desidia es el pecado más grande. No sentimos nada cuando oramos, no tenemos lágrimas de contrición. Vendrán tiempos en los que solamente aquellos que sientan la Gracia de Dios podrán distinguir el bien del mal. Nuestra mente será incapaz de elegir entre uno y otro. Muchos serán engañados, y solamente la Gracia nos podrá librar de todo mal. ¡Así pues, oremos para no caer en la tentación del engaño! Porque, solamente con la oración podremos recibir la Gracia. Si no oramos, sino que nos empecinamos en nuestra dejadez e indiferencia, sin arrepentirnos, es posoble que perdamos el instinto de redimirnos. ¡Que Dios nos libre de perder ese impulso de enmendarnos!

(Traducido de: Ne vorbește Părintele Justin, Petru Vodă, 2011, pp. 210-211)