Palabras de espiritualidad

Por qué no debemos responder al mal con el mal

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Hay un lazo que nos une a todos. Entonces, mi intransigencia hacia los demás me hace duro, mientras que la condescendencia me hace delicado.

Hay un lazo que nos une a todos. Entonces, mi intransigencia hacia los demás me hace duro, mientras que la condescendencia me hace delicado. La felicidad o la infelicidad eternas serán, así, la perpetuación de los estados producidos en mí por medio de mi conducta y mis sentimientos hacia los demás. Ambas vendrán de mí mismo, pero también de los demás.

Por eso no es bueno responder al mal con el mal: recordemos que el clamor de aquellos a quienes hayamos ofendido será uno severo el Día del Juicio, pidiendo nuestra condena. Las injusticias cometidas y la indiferencia mostrada a lo largo de nuestra vida se proyectarán en ellos cual hechos objetivos, aún sin su voluntad.

Cada uno lleva dentro el sello de lo que hace a los demás. “Ustedes son mi carta de presentación”, diría el Santo Apóstol Pablo. Pero los verdaderamente buenos superan el efecto de la impronta que los malos han dejado en ellos. Y en ese mismo esfuerzo consiguen transformar el efecto negativo de aquellas marcas en un bueno y provechoso. Y el mérito de esa transformación es sólo suyo, y no de aquellos que les hicieron el mal o se comportaron sin piedad o con indiferencia hacia ellos.

(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, nota 103 la Sfântul Grigorie de Nyssa, Despre Fericiri, în „Părinți și Scriitori Bisericești”, vol. 29, Editura Institutului Biblic și de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, București, 1982, p. 377)



 

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