Palabras de espiritualidad

Por qué tenemos que confesar todas nuestras faltas

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

Hermanos, tengamos mucho cuidado, porque por un solo pecado que no confesemos a su debido tiempo, podemos hacer que nuestra alma se pierda y que seamos enviados al fuego eterno.

En el Paterikón encontramos el siguiente relato, del cual aprendemos que, al presentarnos frente a nuestro padre espiritual, quien está revestido con el don del sacerdocio de Cristo, tenemos la obligación de confesar con sinceridad todos nuestros pecados.

Un día, una mujer fue a buscar a su padre espiritual para confesarse. Este era un respetado hieromonje (monje-sacerdote), quien además tenía a su cargo la formación de un joven novicio. Usualmente, el novicio permanecía en la puerta de la iglesia, para recibir a los fieles y peregrinos, y también para conducir con el sacerdote a quienes quisieran confesarse. Bien, aquella mujer se confesó y, después de que el sacerdote le leyó la oración de absolución, volvió a su casa. Al verla salir de la iglesia, el discípulo fue a buscar apresuradamente al sacerdote, y le dijo: “Pädre, creo que esa mujer tenía unos problemas muy serios… Cuando se estaba confesando, desde lejos vi cómo de su boca salían varias serpientes muy pequeñas. En un momento dado, vi que también se asomaba una serpiente mucho más grande, como queriendo salir, pero sin conseguirlo. Por momentos sacaba su enorme cabeza por la boca de la mujer, pero después volvía a entrar”. Entonces, el sacerdote dijo: “¡Por favor, corre a buscarla y dile que vuelva inmediatamente, porque la estoy esperando! ¡Hay un pecado muy grave que no ha confesado, porque el demonio hace que se sienta avergonzada y le impide confesarse completamente!”. Ni bien había terminado el sacerdote de decir estas palabras, cuando su discípulo salió corriendo de la iglesia, temeroso de que no fuera ya demasiado tarde. Cuando llegó a la casa de la mujer, llamó a la puerta varias veces, y como vio que estaba entreabierta, decidió pasar adelante. Tristemente, encontró a la mujer tendida en el suelo. Había muerto. Así pues, hermanos, tengamos mucho cuidado, porque por un solo pecado que no confesemos a su debido tiempo, podemos hacer que nuestra alma se pierda y que seamos enviados al fuego eterno.

(Traducido de: Părintele Damaschin GrigoriatulMinunile – mărturie a dreptei credințe, Editura Areopag, 2011, p. 68)