¡Practiquemos el perdón diariamente!
Mostrémonos llenos de mansedumbre y amor hacia todos, y no despreciemos a nadie, porque Cristo no despreció a nadie ni rechazó a los más pecadores.
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34)
Con estas palabras oraba Cristo por Sus enemigos, hallándose clavado en la Cruz. Una oración que debería servirnos de ejemplo a todos. Y es que debemos compadecernos de todos y cada uno, alegrándonos con los que se alegran y llorando con los que lloran. Tenemos que ser comprensivos ante el sufrimiento de los demás y perdonarles sus debilidades, poniéndonos en los zapatos de cada uno, incluso en los de aquellos que nos difaman. Debemos aprender a no juzgar a nadie y a esperar la redención y salvación de todos los hombres. Mostrémonos llenos de mansedumbre y amor hacia todos, y no despreciemos a nadie, porque Cristo no despreció a nadie ni rechazó a los más pecadores.
Por eso, no dejemos que el espíritu de la maldad entre en nuestros corazones tan siquiera un segundo; y si, por nuestra propia debilidad, no nos sentimos capaces de perdonar, oremos por aquellos que nos han hecho el mal. Con nuestras oraciones, la roca de sus ofensas terminará pulverizándose, en tanto que nosotros recobraremos nuestra paz y nuestra alegría, hasta llegar a considerar alguien querido a aquel que nos agravió.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 361)