¡Practiquemos la perseverancia!
Si debes orar durante una hora y esto te agobia porque representa renunciar a tu ocio, reza como si debieras hacerlo tan sólo durante quince minutos. Notarás cómo, fácilmente, alcanzarás la media hora y, a partir de allí, el resto será más sencillo.
Si un malicioso pensamiento, intentando arrastrarte a la pereza, te dice que para obtener ese bien que esperas deberás atravesar por duras y largas pruebas, y que tus enemigos son muchos y poderosos, mientras que tú estás solo y que además eres débil... Si un vano pensamiento te dice todo esto, no lo escuches, sino ponte en acción, como si la labor que te espera fuera breve y sencilla, como si no tuvieras más que un adversario. Con tal esperanza, sabiendo que Dios que ayuda, actúa. Porque sólo así harás que la desidia empiece a desaparecer, para que en su lugar venga la virtud opuesta, la perseverancia.
Lo mismo debes hacer con la oración. Si debes orar durante una hora y esto te agobia porque representa renunciar a tu ocio, reza como si debieras hacerlo tan sólo durante quince minutos. Notarás cómo, fácilmente, alcanzarás la media hora y, a partir de allí, el resto será más sencillo. Y si alguna vez la resistencia y oposición de la pereza fueran demasiado fuertes, detén tu oración por un momento, para que no pierdas su sentido: luego de unos minutos, podrás retomarla. El mismo método debes utilizar cuando tengas que trabajar y la desidia te perturbe, haciéndote parecer que es demasiado lo que te espera por hacer.
Debes saber, hijo, que el vicio de la desidia, con su veneno oculto, poco a poco pudre no sólo las incipientes raíces de las buenas acciones, sino también las maduras raíces de lo bueno que ya has hecho en tu vida. Así como los gusanos carcomen la leña, así te destruye esta debilidad. No sólo carcome todo, sino que también traspasa la médula de la vida espiritual.
(Traducido de: Nicodim Aghioritul, Războiul nevăzut, Editura Egumenița, Galați, pp. 64-65)