Predicar con el ejemplo
“Por tanto, todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos".
Cierto día, un grupo de feligreses de una de las iglesias de la ciudad vino a la sede del arzobispado para quejarse de su párroco. Cuando el metropolitano los recibió, ellos le dijeron:
—Su Alta Eminencia, hemos venido para pedirle que nos asigne otro párroco.
—¿Por qué?
—Porque el que tenemos repite y repite la misma homilía.
—¿Y qué les dice?
—No sabemos bien qué es lo que dice… ¡pero siempre es la misma cosa!
—Bien. Regresen a sus casas. Hoy mismo hablaré con él, y le pediré que les siga repitiendo la misma homilía, hasta que ustedes sean capaces de explicarme qué es lo que les dice y, además, lo pongan en práctica.
También yo repito constantemente esta ley de oro del cristianismo, no temiendo que me lo puedan recriminar, sino con la esperanza de que puedan ponerla en práctica: “¡Todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos!”.