A propósito de la candela o veladora usada en la noche de la Resurrección
Algunos fieles, con la bendición de su padre espiritual, conservan una parte de esta candela para encenderla en momentos de prueba, de tribulación o de enfermedad, para recordar que Cristo venció todo eso, otorgándonos la esperanza de la felicidad.
“Hoy todo se ha llenado de luz: el cielo, la tierra y todo lo que hay debajo de esta”, cantamos en la noche de la Santa Resurreción de nuestro Señor Jesucristo. Los momentos de esa noche, tan llenos de luz, son vividos por los cristianos del mundo entero. Más o menos preparados, todos hemos permanecido al lado del Señor, con nuestra candela en la mano y el corazón fervoroso. Hemos cantado “¡Cristo ha resucitado!”, un himno que a todos nos ha llenado de júbilo. Y esa misma alegría la hemos vivido durante la Liturgia y, después, en la paz de nuestro hogar.
Después nos hemos llevado esa luz con nosotros. En sentido propio y también en sentido figurado. En nuestras almas, pero también en las candelas encendidas en la iglesia, transformando calles, ciudades y hasta cementerios en auténticos ríos de una luz dadora de esperanza. Sin embargo, es muy triste para quienes limpian y ordenan las iglesias y sus respectivos atrios, después de la Liturgia de la Resurrección, cuando encuentran decenas de candelas olvidadas o simplemente dejadas por ahí, en el suelo. En este contexto es que surge la pregunta: ¿qué debemos hacer con la candela que hemos sostenido a un lado del corazón en la noche de la Resurrección?
Más allá del simbolismo de esta candela, que nos hace presente a nuestro Señor Jesucristo, llamado en el Santo Evangelio “la Luz del mundo”, la candela de la Resurrección nos recuerda nuestro sacrificio personal. Es la ofrenda que hemos presentado a Dios, sumada al esfuerzo de asistir a la Divina Liturgia en la noche de la Resurrección. Por eso, esa candela debe utilizarse de una forma especial. Debido a que hay muchas supersticiones sobre este aspecto, es necesario puntualizar que no tenemos que extinguirla en el marco de la puerta de nuestra casa, o en alguna de las vigas principales, mucho menos utilizarla para “ahumar” el ganado o pretender hacer adivinaciones con ella encendida.
Aunque no exista una norma típica oficial, lo correcto es conservar nuestra candela, evitando confundirla con las otras que tenemos en casa. Dicho de otra manera, lo que tenemos que hacer con ella es ponerla en un lugar aparte y encenderla por momentos durante la Semana Luminosa. Si el tiempo o el espacio nos impiden hacer esto, la podemos encender en el lugar destinado para las candelas y venladoras en la iglesia o en el cementerio.
Algunos fieles, con la bendición de su padre espiritual, conservan una parte de esta candela para encenderla en momentos de prueba, de tribulación o de enfermedad, para recordar que Cristo venció todo eso, otorgándonos la esperanza de la felicidad.