A propósito de la lucha invisible del cristiano
A menudo nos parece que el Señor no nos escucha, pero esto es porque somos orgullosos y pedimos solamente lo que no nos es de ningún provecho.
La guerra del alma contra sus enemigos dura hasta que morimos. Y si en una guerra “normal” lo que muere es solamente el cuerpo, esta otra guerra es aún más atroz y peligrosa, porque es el alma misma la que puede morir en ella.
A menudo nos parece que el Señor no nos escucha, pero esto es porque somos orgullosos y pedimos solamente lo que no nos es de ningún provecho. Es terrible conocer el orgullo que hay en nosotros, pero el Señor deja que el soberbio se agite atormentándose en su propia impotencia, hasta que finalmente se hace humilde. Cuando el alma se hace humilde, sus enemigos son vencidos y ella encuentra un gran descanso en Dios.
(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Ed. Deisis, Sibiu, 2000, pp. 179-180)