A propósito de la Parábola de las diez vírgenes
Quien tiene la candela de las virtudes prácticas y el aceite del conocimiento que la alimenta, es decir, quien tiene las virtudes que acompañan al conocimiento, sometiendo el cuerpo con sus sentidos y uniéndolos a lo que es inteligible, se vuelve semejante a las cinco vírgenes prudentes.
Debido a que el hombre tiene cinco fuerzas intelectuales, por medio de las cuales abarca lo que es inteligible, pero también cinco fuerzas del cuerpo para percibir las cosas corpóreas, la parábola parece adecuarse a cada individuo.
Así pues, quien tiene la candela de las virtudes prácticas y el aceite del conocimiento que la alimenta, es decir, quien tiene las virtudes que acompañan al conocimiento, sometiendo el cuerpo con sus sentidos y uniéndolos a lo que es inteligible, se vuelve semejante a las cinco vírgenes prudentes.
Por el contrario, el hombre que pretende crecer en la virtud, sin tener el aceite del conocimiento, pero aún así insistiendo —neciamente— en ponerla en práctica, buscando la vanagloria, por gula o por codicia, vuelve los sentidos inteligibles a los que son sensibles y pasajeros, y finalmente los convierte en algo terrenal. Con esto, ciertamente, se hace semejante a las cinco vírgenes insensatas, porque conoce solamente las cosas de los sentidos.
(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Întrebări și nedumeriri, Editura Doxologia, Iași, 2012, p. 110)