A propósito de los anticonceptivos
Desde el momento en que asumes esa postura de aceptar pecados que parecen “menores”, empezará a asaltarte la duda: “¿Y cómo distinguir entre los pecados graves y los menores?”.
Padre, ¿es posible recomendar la utilización de anticonceptivos, argumentando que es un pecado, pero menor?
—Hijo, los anticonceptivos y otros métodos semejantes son un fraude conyugal y un atentado contra los planes de Dios. No se trata de un crimen, sino de un atentado. Es un pecado “menor”, en cierta medida. ¡Pero nosotros no debemos permitirnos el más mínimo pecado! Porque desde el momento en que asumes esa postura de aceptar pecados que parecen “menores”, empezará a asaltarte la duda: “¿Y cómo distinguir entre los pecados graves y los menores?”. Recordemos aquella expresión de “víbora pequeña y víbora grande”: si una víbora pequeña te muerde, inoculándote suficiente veneno como para matarte, ¡no hace falta que venga una grande y te muerda también, que de todas formas morirás!
Pero es que conocí a un sacerdote, quien, viendo cuántas mujeres venían a confesarle el pecado del aborto, para que dejaran de cometer semejante crimen, les dijo: “En vez de ese enorme pecado, elijan al menos uno más pequeño, si no pueden hacer otra cosa...”
—Hijo, déjame que también yo te cuente algo que conozco: unos ángeles buenos que se convirtieron en demonios. ¿Podemos, entonces, aceptar ese sistema de compromiso, convirtiendo en norma nuestros métodos y ese mismo sistema? ¡No se puede! El pecado sigue teniendo la misma gravedad.
(Traducido de: Iată duhovnicul: părintele Arsenie Papacioc, vol. II, Editura Sophia, 2006, P. 62)