¿Puede el miedo ser una bendición?
Mientras vive de acuerdo a su propia voluntad y deseos, el hombre no le teme a Dios, sino sólo al mundo y a los que le rodean, de manera que no se conviertan en obstáculo para su realización personal. Sólo cuando, por medio de algún suceso feliz o trágico, se da cuenta del papel que Dios tiene en su vida, comienza a temer. A temer, porque observa que ni siquiera él es como había creído que era. Empieza, pues, a ser consciente de sus debilidades y vulnerabilidad.
Para la fe y la espiritualidad ortodoxa, el temor de Dios constituye una virtud vital. En el Salmo 110, versículo 10, leemos que “El principio del saber es temer al Señor”. Esto es, darse cuenta de la existencia y la obra de Dios, instancia moral absoluta, de Quien todos recibimos, aún mientras vivimos, la compensación por nuestras buenas acciones o el castigo por nuestros pecados, porque el pago completo lo recibirimos en la vida futura y eterna. Mientras vive de acuerdo a su propia voluntad y deseos, el hombre no le teme a Dios, sino sólo al mundo y a los que le rodean, de manera que no se conviertan en obstáculo para su realización personal. Sólo cuando, por medio de algún suceso feliz o trágico, se da cuenta del papel que Dios tiene en su vida, comienza a temer. A temer, porque observa que ni siquiera él es como había creído que era. Empieza, pues, a ser consciente de sus debilidades y vulnerabilidad.
(Traducido de: Pr. prof. dr. Ioan C. Teșu, Familia creștină, școală a iubirii și a desăvârșirii, Editura Doxologia, Iași, 2011, pp. 77-78)