Puede suceder que entendamos algo distinto a lo que nuestro confesor quiere decirnos
“¿Qué pasó?”, le preguntas. “Usted me dijo que hiciera tal cosa. ¡Así lo hice!”. “¡No! ¡Te dije una cosa y tú entendiste algo completamente distinto!”.
Puede suceder que entendamos algo distinto a lo que nuestro confesor quiere decirnos. Esto lo he visto muchísimas veces. Le dices a la persona, en la Confesión, “¡Haz esto y aquello!”. Un par de semanas más tarde, viene a buscarte otra vez, visiblemente confundida. “¿Qué pasó?”, le preguntas. “Usted me dijo que hiciera tal cosa. ¡Así lo hice!”. “¡No! ¡Te dije una cosa y tú entendiste algo completamente distinto!”.
En la vida de San Pacomio encontramos el siguiente caso. Una vez, teniendo como húesped a un forastero, el santo le ordenó a un monje: “Por favor, hermano, prepara algo de comer, porque tengo un visitante”. Inmediatamente, el monje salió... y se puso a cortar leña. Una vez hubo terminado esa tarea, entró nuevamente a la habitación del santo. Éste, asombrado, le preguntó: “Hermano, ¿qué te pedí que hicieras?”. “¡Que saliera a cortar leña, Padre!”, respondió con sencillez el monje. Y aquel relato termina con estas palabras: “entendiendo San Pacomio que aquello era obra del maligno, no se perturbó”.
También el Anciano José (de Vatopedi, N. del. T.) nos explica por qué ocurre que el padre espiritual diga una cosa y la persona entienda algo distinto. Él dice que esto sucede, precisamente porque nos hallamos bajo el dominio de los espíritus inmundos.
Así las cosas, pongámonos manos a la obra, pero primero visitemos a nuestro confesor, escuchémoslo y pidámosle su consejo. Así, juntos, nos salvaremos, sin ese orgullo de quienes quieren recibir grandes carismas, y sin llegar a idolatrizar a nuestro mentor.
(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, Singuri în fața libertății, Editura Cathisma, București, 2009, pp. 37-38)