¿Qué buscas cuando vienes a la iglesia, hermano?
Nuestras vivencias, nuestras experiencias, nuestros anhelos y todo lo que vemos (en la iglesia) no es más que un estado que Jesús Mismo crea, un estado que solamente Su presencia puede asegurar.
La mayoría de fieles van a la iglesia, buscan a Cristo, pero vuelven a casa sin haber obtenido alguna fuerza, algún don, como sí lo hizo aquella mujer que padecía de flujo de sangre. Y, entonces, pregunto: ¿Qué fue lo que encontramos en Cristo, al asistir a la iglesia? Si somos los mismos al volver… Aunque, una vez con la muerte del pecado, lo que sientes es una dulzura especial, placer, gozo. Y no necesitas nada más. Por una parte, Dios endulza tu vida y alegra tu joven alma, que seguirá siendo joven mientras se mantenga en Su presencia; y, por otra parte, tu corazón se alegra y dice: “¡Aquí es donde quiero morar, porque así lo he decidido!”.
Cuando la persona anhela esa santa experiencia, ¿cómo es posible que no la reciba? ¿Cómo es posible que Dios no le responda? Por eso, Él organiza esa congregación litúrgica. Por eso es que reúne a arcángeles, ángeles, santos y pecadores en la Divina Liturgia, para que los santos transmitan su santidad a los pecadores, y los pecadores transmitan a los santos su añoranza de la santidad, para que sean los santos quienes hablen con nosotros.
Todo eso lo podemos encontrar en la iglesia; basta con que calle y desaparezca todo lo que tenemos delante, de manera que podamos dirigir nuestra mirada únicamente a esas excelsas cosas.
En consecuencia, ¿qué buscamos aquí, en la iglesia? Nada más que esa silenciosa meditación que tenemos que hacer en nuestro corazón al entrar al templo. Tenemos que permitir que se nos “inyecte” el medicamento que nuestro cuerpo necesita. Es necesario injertar la rama en otro árbol, para que pueda recibir la savia vital. Tienes que injertar el olivo silvestre en el olivo que rebosa de frutos, para que también pueda fructificar (Romanos 11, 17). Lo mismo tienes que obrar aquí, en la iglesia, en donde te unes en misterio con Cristo. Tienes que empezar a meditar todo esto en tu interior, y verás cómo se hace realidad.
Así pues, ¿qué buscamos aquí? Cada vez que venimos con tanta devoción a la iglesia, cada vez que participamos en la Liturgia y en las vigilias, ¿qué buscamos? ¿A Cristo? Recuerda, para poderlo encontrar, tienes que meditar sobre todo esto, y Él vendrá a ti. Verás cómo todas tus cargas desaparecen y podrás resucitar.
¿Qué buscamos? Un estado universal en la iglesia y un estado interior “instituido por Cristo”.
Nuestras vivencias, nuestras experiencias, nuestros anhelos y todo lo que vemos (en la iglesia) no es más que un estado que Jesús Mismo crea, un estado que solamente Su presencia puede asegurar. Un estado que solamente Él puede hacer realidad y que sin Él desaparece inmediatamente. Un estado instituido por Cristo, ya que, en primer lugar, todo lo establecido fue borrado por Él.
Hermanos míos, aquí, en nuestra Santa Iglesia, todo ha sido instituido por Cristo Mismo.
(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Despre viață. Cuvânt despre nădejde, Indiktos, Athena, 2005)