¡Que cada uno se esfuerce en trabajar su salvación!
¿Qué nos queda, entonces? Solamente clamar: “¡Con los juicios que solamente Tú conoces, sálvanos, Señor! ¡Tú, Señor, que lo sabes todo, dicta tus preceptos redentores a nuestros corazones!”.
¡Con cuánto estremecimiento y temor debe trabajar cada uno en su propia salvación! Además, tenemos que pedirle siempre a Dios, con una sincera devoción: “Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu” (Salmos 50, 11).
En el Día de Juicio, veremos cosas dignas de sobrecogimiento y admiración. El Señor dirá: “¡No os conozco!” a quienes no solamente se les haya confiado ser hombres de Dios, sino también hayan parecido otra cosa ante los ojos de los hombres. ¿Qué nos queda, entonces? Solamente clamar: “¡Con los juicios que solamente Tú conoces, sálvanos, Señor! ¡Tú, Señor, que lo sabes todo, dicta tus preceptos redentores a nuestros corazones!”.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Traducere din limba rusă de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, p. 39)