¿Qué deben hacer los esposos para tener hijos buenos y sanos?
Los niños deben aprender, de sus padres y padrinos, pero especialmente del sacerdote, qué es el temor de Dios, la fe correcta, la caridad, la misericordia, la humildad, la obediencia y el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Deben aprender, desde pequeños, a ayunar, a orar con frecuencia, a confesarse, a ayudar a quien lo necesite y a respetar a todos.
Si los padres desean tener hijos buenos, juiciosos y sanos, deben primero ser ellos buenos, creyentes, obedientes a la Iglesia y llenos del temor de Dios. Porque, de hecho, los niños son “copias” de sus padres. Ellos imitan lo que ven y escuchan que hacen sus progenitores.
Podría decirse que la educación de los hijos empieza desde su misma concepción, incluso desde la misma boda de los padres. Para tener hijos juiciosos y creyentes, los padres deben orar mucho, asistir a la iglesia, ayunar cuando esté estipulado hacerlo, confesarse regularmente, respetar los días señalados para el ayuno “físico” entre ellos, ser caritativos, mansos, humildes y llenos de amor por todos. Los esposos, insisto, deben respetar los días en los que el contacto carnal no está permitido, y no utilizar medios para evitar la concepción.
El peor pecado que puede cometer una pareja es el aborto, es decir, matar a sus propios hijos. Los niños concebidos en días de conmemoración religiosa, en días de ayuno, en estado de ebriedad o habiéndose cometido antes algún aborto, nacen débiles, enfermizos y, algunas veces, con alguna dificultad física. Lo mismo sucede con los cónyuges se “protegen” para no tener hijos: no pueden comulgar durante dos años y, algunas veces, llegan a enfermarse de los nervios, como un castigo del Juez justo.
Después del nacimiento, los padres deben ocuparse de la educación y el buen crecimiento de sus hijos. Sobre todo, deben buscar padrinos devotos para los pequeños. Después, deben llevarlos con frecuencia a la iglesia, procurar que comulguen al menos una vez al mes, enseñarles a orar. De igual forma, los padres deben evitar perturbarlos con sus palabras y actos, porque se trata de un pecado gravísimo frente a Dios, cuyas consecuencias son terribles en la vida de los niños. La mayoría de niños que llegan a convertirse en personas perversas, lo han hecho bajo la influencia de los pecados paternos.
Los niños deben aprender, de sus padres y padrinos, pero especialmente del sacerdote, qué es el temor de Dios, la fe correcta, la caridad, la misericordia, la humildad, la obediencia y el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Deben aprender, desde pequeños, a ayunar, a orar con frecuencia, a confesarse, a ayudar a quien lo necesite y a respetar a todos. La oración, la lectura de libros provechosos, la obediencia y el respeto a sus padres, sumados al temor de Dios y el ejemplo personal ofrecido por papá y mamá, son las formas más seguras y los mejores medios para educar y desarrollar cristianamente a los niños.
(Traducido de: Părintele Ilie Cleopa, Lumina şi faptele credinţei, Editura Doxologia, pp. 138-139)