¿Qué hacer con la ira?
Si mantenemos todo esto en mente, es posible vencer cualquier atisbo de ira que haya en nuestro interior.
La ira, que de modo normal tendríamos que dirigir contra la serpiente, la utilizamos en contra de nuestro semejante. En nuestro interior hay ira, pero para utilizarla solamente en contra del demonio. Sin embargo, nosotros ponemos a nuestro semejante en el sitio del maligno y, así, en vez de enfadarnos con el demonio, nos llenamos de ira en contra de nuestro prójimo, a quien sí podemos ver. Su conducta nos toca el ego y, como si estuviéramos hechos de algún material inflamable, nos “encendemos” y nos volvemos en contra suya. Pero, si pudiéramos ver al asesino demonio, que nos acecha rugiendo como un león, buscando a quién devorar (I Pedro 5, 8), concentraríamos toda nuestra ira en él, ¡y cuántas oraciones elevaríamos, cuántos ayunos y vigilias practicaríamos, con tal de vencerlo!
Con todo, él, siento tan perverso, se esconde de nuestros ojos, para no encender en nosotros la ira más salvaje y para que no le ataquemos hasta matarlo, con las armas que Cristo nos dejó. Así, con su perversidad, obtiene una doble ganancia: en primer lugar, se libra de nuestra ira y de nuestra ofensiva; y, en segundo lugar, consigue que el que “paga los platos rotos” sea nuestro semejante, a quien odia a muerte.
¿Es posible que no te enfurezcas cuando alguien te insulta, te ofende, te injuria o te difama? ¡Si el Señor te lo pide, es que sí es posible! ¡Basta con que te esfuerces en hacerlo! Dicho de otra forma, sin esfuerzo y sin lucha, esto te resultará imposible.
“Me doy prisa y no pierdo un instante en guardar tus mandamientos” (Salmos 118, 60), decía el profeta David. “Es decir, me he preparado de forma adecuada y no he encontrado obstáculos para guardar Tu ley divina”. Luego, también nosotros, si nos preparamos, podremos guardar la ley divina y nos abstendremos de la ira, sin importar cuántas dificultades aparezcan en nuestro camino. San Juan Crisósostomo les decía a Sus discípulos: “Recuerden la corona de espinas del Señor, la túnica que le pusieron, las bofetadas que sufrió, los puñetazos en Su cara, los escupitajos que le lanzaron, los insultos que le dirigieron. Si mantenemos todo esto en mente, es posible vencer cualquier atisbo de ira que haya en nuestro interior.” (Homilía LXXXIV sobre el Evangelio según San Juan)
(Traducido de: Arhimandrit Vasilios Bacoianis, Nu te mai suport- arta îimpăcării cu tine însuți și cu ceilalți, Ed.Tabor, București 2011, p.41-42)