Palabras de espiritualidad

¿Qué hacer con las personas que se enfadan con rapidez?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Que Dios nos ayude a ver la vida espiritual en toda su esencia y a obrar en ella de acuerdo a nuestras capacidades, para alegría nuestra y de nuestro semejante, y para gloria Suya.

No las enojes más. Es una gran cosa evitar hacer lo que sabes que enfada a tu semejante. Voy a contarte algo que ocurrió con el padre Selafilo, para que veas el cuidado que los hombres de Dios dedican a no herir a su prójimo. Me hallaba en el monasterio Nuevo Neamţ y me había quedado sin libros, porque los había ido dejando por todos los sitios que había visitado. Así, le pedí a un amigo de Rumanía que me trajera algunos libros, para tener qué leer en mi celda. Parece que contactó con varias editoriales, y al poco tiempo me trajeron varias cajas de libros. Contento, fui a avisarle al padre Selafilo que me habían enviado varias obras de los Santos Padres desde Rumanía. El padre tenía más de veinte años sin poder ver, pero se mostraba tan ávido de las enseñanzas de los santos, a sus noventa y siete años, que parecía que era apenas un joven novicio. Y quiso saber qué libros había recibido yo, al menos tocándolos, y que yo le fuera explicando de qué se trataba cada uno de ellos. Entonces, pidió que lo sentaran a la orilla de su cama, porque estaba ya muy débil y enfermo, y tenía que ser ayudado cada vez que empezaba a orar o recibía a algún huésped. Sentado, pues, esperaba que yo empezara a traerle los libros. Sin embargo, cuando me disponía a hacerlo, me detuvo y me dijo: “¿Ya es de noche?”. “No, padre, todavía no”. “Entonces mejor esperemos a que oscurezca. Podría ocurrir que algún hermano te viera descargando todos los libros y se perturbara, pensando: ¡Mira cuántos libros tienen estos!”. Tan atento estaba a no molestar a los demás, que le preocupaba que alguien se perturbara, deseando también algunos de aquellos tomos. Siguiendo el consejo del padre, esperé a que anocheciera, para que nadie cayera en tentación.

¡¿Qué más podemos decir de los irascibles?! Está claro que debemos evitar provocar el enfado de los demás. Esto significa no perturbar al que sabemos que es débil. Si no le gusta algo, no lo hagas, evítalo. En esto consiste el amor. No es que “todo el que tienda a alterarse, de cualquier forma terminará cayendo en esa tentación”. Por supuesto que no podemos hacer la voluntad de todos, pero al menos tengamos esa delicadeza, esa deferencia. Así, que Dios nos ayude a ver la vida espiritual en toda su esencia y a obrar en ella de acuerdo a nuestras capacidades, para alegría nuestra y de nuestro semejante, y para gloria Suya, de Quien quiere revelarnos el misterio del amor, el misterio de la vida eterna. Porque la vida eterna será un tiempo de amor inmutable e infinito. Esforcémonos en esto, soportémoslo todo por esto, anhelémoslo, porque no hay nada más que valga tanto el esfuerzo. sino el amor.

(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, A iubi înseamnă a ierta, Editura Cathisma, p. 109-111)