Palabras de espiritualidad

¿Qué hay que hacer con la parte pasional del alma? (II)

    • Foto: Oana Nechifor

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La purificación significa transformar la parte pasional del alma, su conquista por parte de la razón.

Esa transformación de la parte pasional del alma, al igual que su regreso a la vida normal, constituyó el objeto de una controversia dogmática entre San Gregorio Palamás y el filósofo Barlaam, en el siglo XIV.

Barlaam, que condenaba la oración practicada por los ascetas, consideraba que para purificarse había que mortificar la parte pasional del alma y nada más.

Sin embargo, poseedor de una vasta experiencia personal en la oración hesicasta y expresando la experiencia entera de la Iglesia, San Gregorio rechazó tal interpretación: “Pero nosotros, oh filósofo, hemos aprendido que la liberación de las pasiones no consiste en matar la parte pasional, sino dirigirla a lo que es bueno, a lo divino”. Así, libre de pasiones, “es aquel que ha renunciado a sus viejos hábitos y se ha hecho rico en los buenos, el que ha aprendido a someter su parte irascible y concupiscente —que conforma la parte pasional— a la parte pensante del alma, tal como los que sufren por las pasiones someten la parte pensante a la parte pasional. Así, el que ha sometido sus pasiones está “lleno de virtud”, en tanto que el que es siervo de las suyas está “lleno de placeres inicuos”.

Con el auxilio de la parte pensante del alma y de la comprensión espiritual de las cosas creadas, el hombre alcanza el conocimiento de Dios, en tanto que, con la ayuda de la parte pasional, el hombre “alcanza la virtud, en la concupiscencia sembrando el amor puro, y en la parte irascible, la paciencia”.

Así, la purificación significa transformar la parte pasional del alma, su conquista por parte de la razón, que por naturaleza fue hecha para mandar de una forma tal que “evite todo lo que es malo, cultivando el recuerdo de Dios y cumpliendo con Sus mandamientos, que es el camino al amor perfecto de Dios”. Entendemos, pues, que la parte pasional del alma de ninguna forma está mortificada, sino que goza de una vida y una fuerza extraordinarias.

(Traducido de: Mitropolit Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: Știința Sfinților Părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 344-345)