¿Qué me quieres decir, Señor, con lo que me está ocurriendo?
Nosotros mismos venimos al mundo sin nada y sin nada partiremos de él. No importará si hemos cumplido —o no— con el itinerario de vida con el que nacimos. Y, como digo siempre, debemos aprender a no preguntarnos más, “¿Por qué yo?”, sino “¿Qué me quieres decir, Señor, con lo que me está ocurriendo?”
Gracias al sufrimiento he aprendido, por ejemplo, a no aferrarme a las cosas y a las personas (incluso a mi cónyuge, hijos y padres), aunque su presencia me haga feliz.
Porque todo pasa.
Nosotros mismos venimos al mundo sin nada y sin nada partiremos de él. No importará si hemos cumplido —o no— con el itinerario de vida con el que nacimos. Y, como digo siempre, debemos aprender a no preguntarnos más, “¿Por qué yo?”, sino “¿Qué me quieres decir, Señor, con lo que me está ocurriendo?”
He aprendido, también, que la vida es dura para todos, que los problemas no pueden eludirse y que sólo haciéndoles frente crecemos en nuestra dignidad de personas.
He aprendido que es precisamente en los momentos difíciles cuando se conoce la verdadera naturaleza de la persona. Y que la verdadera responsabilidad de un ser humano es asumir su propio dolor.
(Traducido de: Valerio Albisetti, Să râdem cu inima – o metodă simplă pentru a trăi mai senin, traducere de Luminița Cosma, Editura Pauline, București, 2004, p. 45)