Que nada entre o salga del corazón sin antes ser examinado por la mente
Esto es posible solamente cuando la mente está en Cristo. Es decir, cuando unes tu mente y tu corazón con Cristo, y todo en tu interior pasa a ser como tiene que ser.
“Escucha, hijo mío, y sé sabio, dirige tu corazón por el camino recto” (Proverbios 23, 19). Del corazón brota un flujo continuo de pensamientos: algunos son buenos, sí, pero en su mayoría son malos. Esos son precisamente los pensamientos que tenemos que evitar seguir. Sin embargo, es justo resaltar que no siempre tenemos que cumplir los pensamientos buenos que broten de nuestro interior. ¿Por qué? Porque puede suceder que esos pensamientos, buenos en sí mismos, no sean apropiados para las circunstancias del momento.
Por eso es que se nos ordena estar atentos a todo lo que brote de nuestro interior, examinando cada cosa que salga de nuestro corazón, para apartar todo lo que sea malo e inspeccionar lo que sea bueno, y solo después ejecutar únicamente lo que sea auténticamente bueno y beneficioso. Lo mejor es cerrar el corazón, de manera que nada entre o salga de él sin la autorización de la mente, para que esta sea la que preceda y organice todo. Pero esto es posible solamente cuando la mente está en Cristo. Es decir, cuando unes tu mente y tu corazón con Cristo, y todo en tu interior pasa a ser como tiene que ser.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, p. 56)