Que no nos falte la lectura de la Biblia
A veces me preocupa pensar que alguno de quienes me leen podría quedarse sin entenderme, precisamente por no haber leído jamás la Santa Escritura y ni siquiera tener un ejemplar de la Biblia en casa.
Si todos los cristianos leyeran el Antiguo y el Nuevo Testamento, sentirían un temor más profundo hacia Dios y asistirían con mayor frecuencia a la iglesia, con tal de escuchar Su palabra. Entonces sería mucho más fácil para los sacerdotes predicar e interpretar para el pueblo la voluntad y la ley de Dios. A veces me preocupa pensar que alguno de quienes me leen podría quedarse sin entenderme, precisamente por no haber leído jamás la Santa Escritura y ni siquiera tener un ejemplar de la Biblia en casa, de manera que le resulte imposible distinguir entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Por eso es que les repito una y otra vez: tengamos siempre la Santa Escritura a la mano. El ícono es la santidad expresada con colores, en tanto que la Santa Escritura es la santidad expresada con palabras. Leamos la Biblia y observemos el ícono. La Biblia nos enseñará cómo debemos vivir, mientras que el ícono nos mostrará el rostro de algún santo que supo vivir de acuerdo a lo que aparece en la Santa Escritura. Tal como podemos alimentarnos solamente de pan, y no necesariamente con cualquier otra clase de comida, así también podemos renunciar a cualquier otra clase de palabras, mas no a la palabra de Dios. El pan honrado y la palabra santa. Nuestro Señor Jesucristo nos habla sobre el pan y la palabra, diciendo: “No sólo de pan vive el hombre, sino te toda palabra que sale de boca de Dios”. (Mateo 4, 4)
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Prin fereastra temniței, Editura Predania, 2009, p. 170)