El Señor dice que nosotros, los que no obedecemos el Evangelio, nos parecemos a esos que cuando alguien les canta algún canto alegre no bailan, y cuando escuchan algo triste, no lloran: personas con las que no se sabe cómo tratar. Se nos promete el luminosísimo y felicísimo Reino de los Cielos, pero ni nos movemos... pareciera que la cosa no va con nosotros. Se nos amenaza con un incontestable Juicio y con los tormentos eternos, pero esto no nos perturba de ninguna manera: es como si estuviéramos sordos. Atontados, hemos perdido cualquier instinto de la verdadera auto-conservación. Nos dejamos arrastrar directamente hacia la perdición, sin preocuparnos para nada de nuestra suerte.

Nos cruzamos de brazos, haciéndonos presa de la indiferencia: “Que sea lo que sea”. ¡Tal es nuestra actitud! ¿No es por eso que se cometen tantos suicidios? Y todo esto es fruto de la enseñanza moderna, de la visión actual de lo que es el hombre y su propio significado. ¡Esto es el progreso! ¡He aquí la ilustración! Es mejor ser analfabeto y salvar tu alma por medio del temor de Dios, que, luego de ganarte el título de “iluminado”, te pierdas eternamente, por no haber pensado nunca en lo que vendrá después de que mueras. Ni siquiera una jota quedará sin cumplirse de la palabra de Dios, que nos muestra claramente quién llegará al Reino de los Cielos y quién irá al infierno; todo sucederá de acuerdo a como está escrito. Así, quien quiera que seas, ¡retén esto que te digo en tu corazón, porque se trata de algo que te concierne directamente y preocúpate por cuidar tu alma ahora que puedes y en el tiempo que aún te queda por vivir!

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, p. 106)