Los que se enorgullecen de sus buenas obras pero  no tienen fe en Dios, se asemejan a los muertos que, aún estando cubiertos de ricos ropajes, no pueden admirar lo que visten. Porque, ¿de qué le sirve al alma estar vestida de buenas obras, si está muerta? Toda acción debe hacerse para Dios, con la esperanza de alcanzar el Reino de los Cielos. ¿Para quién te esfuerzas, si no es para Aquel que habrá de darte todos los dones?

Para que el hombre pueda comer, debe estar vivo. Si está muerto, no puede ya recibir alimento. De igual forma, para vivir eternamente, el hombre necesita de la fe en Cristo, una fe que se alimenta también con buenas obras. El que no crea en Cristo, aunque tenga buenas obras, no podrá alcanzar el Reino de los Cielos. Mientras que, aún sin buenas obras, el hombre puede alcanzar la vida eterna, si tiene una fe viva.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur – Problemele vieţii, Editura Egumeniţa, p. 217)