«En relación con la Santa Comunión, (debes saber que) los pensamientos blasfemos o la incredulidad vienen directamente del demonio... Apártalos y ora. Fue nuestro mismo Señor quien nos otorgó este Misterio, diciendo: “Este es Mi Cuerpo, esta es Mi Sangre...” y ordenando: “Haced esto en memoria Mía”. Y los Apóstoles comenzaron a hacerlo... Desde entonces, la realización de este Sacramento en la Santa Iglesia no se ha detenido y no se detendrá, hasta el fin de los tiempos... Quien celebra este Sacramento es el Señor Mismo. Los sacerdotes son sólo las bocas que elevan las oraciones de santificación y las manos que bendicen los dones... La fuerza activa, sin embargo, viene del Señor. Él está en todas partes. Y en un momento puede repetir en todo el mundo la Última Cena. ¡Pídele al Señor que acreciente tu fe! Al orar por la noche y por la mañana, haz también tres postraciones, diciendo: “¡Señor, aumenta mi fe, porque el maligno me perturba, llenándome de pensamientos de incredulidad...!”. Y el Señor te escuchará. Solamente no dejes de orar con fervor.»

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte, Editura Egumeniţa, Galaţi, p. 135)