¡Quiero ser enaltecido por Dios!
Hijo, si quieres trabajar para tu Señor y Dios, prepara tu alma para enfrentar tentaciones.
Si quieres ser enaltecido por Dios y tener una paz enterna y llena de dulzura, entonces debes aprender a amar la humildad y los sufrimientos, por Cristo, Quien se humilló y soportó una muerte oprobiosa. Dobla, entonces, la cerviz bajo Su yugo. Es bueno que tomes ese yugo desde tu juventud. ¡El que quiera servirme (dijo el Hijo de Dios), que me siga y en donde Yo esté, estará también Mi siervo! ¿En dónde estaba Él después de Su encarnación? Ante todo, en el deshonor, debido al orgullo del mundo; insultado, escupido, difamado y crucificado. ¿En dónde se encuentra ahora? En la gloria del Padre, en el Reino de la exaltación eterna.
Entonces, querido hermano, permanece atento, porque el que quiera estar allí —en ese lugar en donde se halla el glorioso e indescriptible Reino de Cristo— no podrá entrar si no es a través del sufrimiento. Ante todo y siguiendo el ejemplo de Cristo, debes atravesar un sufrimiento temporal, tanto voluntario como involuntario. Porque así como debió sufrir Cristo para poder entrar en Su gloria, también nosotros debemos atravesar ese umbral para alcanzar la misma Gloria.
“Hijo, si quieres trabajar para tu Señor Dios, prepara tu alma para enfrentar las tentaciones”. Si sabemos que no debemos engañarnos, viendo de cerca la honra de este mundo y su dulce gusto, porque es breve y, finalmente, llena de dolor, tampoco debemos temerle a las aflicciones y problemas, por amor a los mandamientos de Cristo, porque los sufrimientos son temporales, mas después vendrá lo que es eterno: la paz, la alegría y la gloria. ¿Por qué, entonces, no esperar con paciencia los trabajos y afanes aquí, sabiendo que luego vendrá el bienestar eterno e indescriptible, sobre todo, a sabiendas que el que obtenga todo en este mundo, ha de perder su alma? Hoy, el hombre reina y es exaltado, pero mañana escuchará decirse: ¡llévense a este siervo inútil, amárrenlo de manos y pies y arrójenlo al fuego!
(Traducido de: Starețul Moise de la Optina, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 204)