Reconciliarnos con los demás: más que una recomendación, un mandamiento para los cristianos
El stárets se vió obligado a actuar de otra manera. Le dijo que, si no se reconciliaba con sus semejantes antes de acercarse a la Comunión, se iría al infierno. Pero la persona le respondió con estas terribles palabras: “¡Prefiero irme al infierno, antes que hablar con esos desgraciados!”.
Una vez, el stárets tuvo que enfrentar un caso que, tristemente, suele ser muy común. Había una persona que “se confesaba” cada dos semanas, después de ayunar tres días seguidos… pero que tenía varios años sin dirigir la palabra a unos conocidos suyos, a quienes consideraba sus enemigos. Cuando el stárets se enteró de esto, llamó a la persona y le aconsejó que se reconciliara con esos conocidos con los que tenía una relación de enemistad, pero no pudo convencerla. Entonces, el stárets se vió obligado a actuar de otra manera. Le dijo que, si no se reconciliaba con sus semejantes antes de acercarse a la Comunión, se iría al infierno. Pero la persona le respondió con estas terribles palabras: “¡Prefiero irme al infierno, antes que hablar con esos desgraciados!”.
¡Terrible, pero cierto! ¡Que alguien prefiera la eternidad en el infierno, a decirle a otro con sinceridad: “¡Perdóname!” o “Buenos días”! Esta es la razón por la cual muchos de nosotros vivimos entre tinieblas, cumpliendo al pie de la letra determinadas formas, sí, pero sin darnos cuenta de que cada día estamos vulnerando el mandamiento divino del amor a nuestros enemigos.
El recordado stárets les decía a sus discípulos que, para crecer espiritualmente, la principal condición es amar a nuestros adversarios. También decía que no tenemos que convertirnos en motivo de pecado para los demás.
(Traducido de: Monahul Iosif Dionisiatul, Starețul Haralambie – Dascălul rugăciunii minții, traducere și editare de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2005, p. 232)