Palabras de espiritualidad

Reconociendo el propósito del matrimonio

    • Foto: Benedict Both

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Los esposos que no pueden tener hijos no son rechazados por la Iglesia (porque lo verdaderamente rechazable son el hombre y la mujer que destruyen el matrimonio). “Tienes hijos, ¡alégrate! No tienes, ¡alégrate también!” (Proverbio popular).

Las relaciones íntimas entre esposos no tienen como propósito exclusivo la procreación, sino “matar” el cuerpo, “para que Satanás no se aproveche de la incontinencia de ustedes y los tiente” (I Corintios 7, 5) (de acuerdo con los Santos Padres, las palabras “creced y multiplicaos”, del Génesis 1, 28, ya han sido realizadas).

Basándose en las afirmaciones del Santo Apóstol Pablo, San Juan Crisóstomo sostiene que el propósito principal del matrimonio es evitar el desenfreno: «si bien es cierto que uno de los objetivos del matrimonio es la procreación, el principal de estos es apaciguar los ímpetus carnales. Afirmando esto, tengo como testigo al Santo Apóstol Pablo, quien dice: “para evitar la lujuria, que cada uno tenga su mujer” (I Corintios 7, 2). Luego, se busca evitar caer en pecado carnal, y no necesariamente engendrar hijos. Insiste el Apóstol Pablo: “estad juntos, pero no para tener hijos, sino para que no os tiente el maligno”. Es más, el Apóstol no dice: “si queréis hijos, casaos”, sino “si no podéis guardar continencia, casaos” (I Corintios 7, 8-9)» (Sobre la virgnidad, XIX).

Es necesario aclarar que, con estas palabras, San Juan Crisóstomo no excluye la procreación, y en ningún caso recomienda evitarla. Simplemente, lo que quiere es remarcar el otro propósito del matrimonio, que es evitar el desenfreno.

En consecuencia, los esposos que no pueden tener hijos no son rechazados por la Iglesia (porque lo verdaderamente rechazable son el hombre y la mujer que destruyen el matrimonio). “Tienes hijos, ¡alégrate! No tienes, ¡alégrate también!” (Proverbio popular).

(Traducido de: Arhimandrit Vasilios Bacoianis, Căsătoria. Secretele alegerii, secretele bucurie, secretele trăiniciei, traducere din limba greacă de Preot Victor Manolache, Editura Tabor, București, 2010, pp. 43-44)