Reflexionemos, ¿para quién hacemos el bien?
Si todos te ensalzan, nada conseguirás. Si nadie te elogia, nada te faltará.
¿Por qué buscas que los demás te elogien por una buena acción que hiciste? El bien seguirá siéndolo, aunque nadie lo encomie. Y el mal seguirá siendo el mal, aunque nadie lo condene. Si todos te ensalzan, nada conseguirás. Si nadie te elogia, nada te faltará. No haces el bien para las personas, sino para Dios. Así pues, te basta con Su recompensa.
Cuando seas feliz y honrado por los demás, no te entusiasmes. Y, cuando seas infeliz y nadie te tome en cuenta, no pierdas la esperanza. Tanto en el primero como en el segundo de los casos, demuestra siempre equilibrio y sabiduría. Porque en esta vida todo es pasajero. Entonces, alaba a Dios por todo y acepta todo como si Él mismo te lo enviara, por Su santa voluntad.
(Traducido de. Sfântul Dimitrie al Rostovului, Abecedar duhovnicesc, Editura Egumenița, Galați, pp. 30-31)