Palabras de espiritualidad

Reflexiones al cambiar de año

  • Foto: Ioana Zlotea

    Foto: Ioana Zlotea

Nosotros mismos nos tejemos nuestra eternidad, a cada instante. Cada instante nos pide ser llenado con un contenido puro y edificador, con pasos ascendentes en y hacia la comunión.

En un artículo publicado a comienzos del año 1940, el padre (Dumitru) Stăniloae decía que “lo importante no es lo que traiga el año nuevo, sino lo que hagamos nosotros, cómo nos comportemos en cada circunstancia que nos traiga el año que está empezando”. Posteriormente, el padre habla del enorme privilegio y la estremecedora responsabilidad que se ha otorgado a la voluntad de cada hombre, es decir, la de darle un valor al marco histórico presente y expandir su influencia y su significado más allá de los límites del tiempo, a la eternidad. En otras palabras, nosotros mismos nos tejemos nuestra eternidad, a cada instante. Cada instante nos pide ser llenado con un contenido puro y edificador, con pasos ascendentes en y hacia la comunión. Si no se esfuerza en proveer de un sentido a cada momento, nuestra voluntad se priva de la oportunidad de crecer en madurez, nobleza y perseverancia, en el camino del amor al prójimo.

Todo esto queda confirmado, si reflexionamos un poco en el siguiente aspecto: los hombres y las mujeres que han enfrentado, en algún momento de su vida, situaciones tales como la guerra, la hambruna, el encarcelamiento en regímenes totalitarios o cualquier otra tribulación de la misma envergadura, han logrado, a pesar de lo sufrido, vivir de una forma tal que su ejemplo ha quedado grabado para siempre como modelo de valentía, coraje, dignidad, humanidad, bondad y serenidad. En este punto, quisiera recordar a Nicolas Steinhardt, quien, al ser liberado en 1964, gracias a un decreto de amnistía general para los presos políticos, dijo: “Entré ciego y salí con los ojos abiertos. Entré caprichoso y lleno de ínfulas, y salí curado de la altivez y la soberbia. Entré descontento, y salí conociendo la felicidad. Entré irascible y pronto para enfadarme, sensible a cualquier nimiedad; ahora salgo impasible. Salgo admirando el coraje, la dignidad, el honor, el heroísmo. Salgo reconciliado con quienes me rodean y conmigo mismo”. Esta declaración es algo que pareciera desafiar la lógica común, si recordamos que el mismo autor se refería así a la cárcel: una fosa, un canal, una masa subterránea fría y hostil, el cráter de un volcán sin extinguir, un lugar irreal y siniestro.

En el polo opuesto nos encontramos nosotros mismos, cuando, aunque las condiciones exteriores nos son favorables, no eternizamos nuestro tiempo, sino que corremos frenética y ansiosamente tras prioridades y asuntos “importantes”, olvidándonos de cumplir con los que son realmente esenciales.

Los instantes son breves e irreversibles. De nosotros depende si se convierten en un tiempo sagrado para la comunión y para abrirnos al universo de nuestro semejante, o si siguen siendo un tiempo sofocante que nos hace enquistarnos en nuestra propia lógica, en la mezquina actitud de juzgar a los demás. El año nuevo será uno lleno de alegría y felicidad, en función de cómo reaccionemos a las circunstancias que vienen de la mano con él.

Perceptio, hic habitat felicitas. O, en otras palabras, la actitud determina la actitud.

¡Un año nuevo con una participación más plena en nuestro presente continuo sacro, en la eternidad que a menudo atraviesa el tiempo cronológico!

(Dumitru Anușca)