Respuesta a una pregunta actual: “Padre ¿esta enfermedad es el comienzo del fin del mundo?”
El Señor nos fortalece, cuando creemos en Él y nos dejamos guiar por Su voluntad. ¡Que Dios nos conforte, perdiendo todo temor, en un mundo que se ha alejado de Dios y que ahora se estremece ante cualquier noticia negativa!
Ya desde los inicios del cristianismo, los creyentes han debido enfrentar pestes muy graves: y, en cada una de ellas, muchos han visto señales de la cercanía del fin del mundo. Pero este aún no ha llegado. Antes vino el fin de cada una de esas vidas, pero Dios todavía no ha permitido que el mundo desaparezca. También San Pablo, después de escribirles a los tesalonicenses sobre la Segunda Venida de Cristo, se enteró de que en aquel lugar empezaban a aparecer algunos que proclamaban el fin del mundo y andaban de un lado a otro sin hacer nada, solamente atrayendo a los más temerosos. Por eso, San Pablo nos llama, no al temor y a esperar atribulados el fin de los tiempos, sino a fortalecer el corazón “en el amor de Dios y la paciencia de Cristo” (II Tesalonicenses 3, 5). En ese contexto, pronunció la celebre afirmación: “El que no trabaje, que no coma” (II Tesalonicenses 3, 10).
Nuestro deber no es esperar el final, sino concentrarnos en nuestra relación con Dios. Intentemos amarlo con todo el corazón, haciendo lo mismo con todos los que nos rodean. No sabemos cuándo vendrá nuevamente Cristo; no hay una sola persona que lo sepa. Solamente Dios lo sabe. Es importante, luego, que estemos preparados todo el tiempo, como aquellas doncellas del Evangelio. Si nos mantenemos preparados, indiferentemente de cuándo venga Gristo, entraremos con Él en Su Reino Celestial.
Él nos dijo: “Atrévanse. Yo he vencido al mundo”. Con toda su maldad, con toda su suciedad... El Señor nos fortalece, cuando creemos en Él y nos dejamos guiar por Su voluntad.
¡Que Dios nos conforte, perdiendo todo temor, en un mundo que se ha alejado de Dios y que ahora se estremece ante cualquier noticia negativa!