Palabras de espiritualidad

Saber cuidar nuestra mente

    • Foto: Oana Nechifor

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Translation and adaptation:

A menudo, oramos y nuestra mente se dispersa en las cosas que le gustan, atraída por lo usual. Por eso, debemos esforzamos en ensimismarnos y concentrarnos en las palabras de la oración.

El anciano Jerónimo solía repetirles a sus hijos espirituales: “Permanezcan atentos a su propia mente. No la sometan a nada. Yo mismo me lamento por haber trabajado tanto construyendo iglesias, sometiendo mi mente a un sinfín de preocupaciones, e impidiéndole orar”. Y agregaba: “Insisto: que cada uno cuide de su propia mente. No hay que recargarla con tristezas y problemas inútiles. Cuando el agua de un manantial es serena y cristalina, es posible ver hasta una pequeña piedra en el fondo. Lo mismo ocurre con la mente”.

Vigilar la mente es una de las condiciones de la oración. El anciano José el Asceta, con una rica experiencia en el Santo Monte, decía: “La oración pronunciada sin atención es una pérdida de tiempo, un trabajo sin recompensa. Debemos prestar atención a nuestros sentidos, tanto a los interiores como a los exteriores. Porque, sin esta atención, la mente y las fuerzas del alma se dispersan en cosas inútiles y comunes, como el agua sucia de los charcos en la calle. Nadie podría alzarse a las alturas, si antes no odia las cosas del mundo. A menudo, oramos y nuestra mente se dispersa en las cosas que le gustan, atraída por lo usual. Por eso, debemos esforzamos en ensimismarnos y concentrarnos en las palabras de la oración”.

(Traducido de: Î.P.S. Andrei Andreicuț – arhiepiscop al Alba Iuliei, Mai putem trăi frumos?, Editura Reîntrgirea, p. 109)