San Paisos, sobre el mundo actual
En la medida de nuestras posibilidades, oremos por este mundo, que le ha concedido demasiados derechos al maligno, y por eso es que sufre.
Padre, ¿cree Usted que vendrá una guerra?
—Pero... ¿ustedes oran? Yo, de primavera a otoño hago una movilización general para la oración, sin agitarnos, para que Dios se apiade de nosotros y nos libremos de una movilización general, pero para la guerra. Yo recibí ese llamado: “Oren mucho, para que los turcos no puedan pasar fácilmente”, ya que el domingo 16 de octubre (de 1983) querían atacarnos. ¡Gloria al Señor, porque hasta el día de hoy la Purísima nos ha protegido! ¡Y tenemos que orar para que nos siga protegiendo!
Padre, habiendo pasado ese peligro, ¿debemos seguir orando por ello?
—¿Es que hay algún lugar en este mundo en el que no haya guerras? ¿Qué significa “aquí” y “allá”? ¡Allí en donde haya una guerra habrá también hermanos nuestros! ¿Es que no somos todos humanos, desde Adán y Eva? Solamente que nuestra familia se separó, unos aquí, otros allá... Con los ortodoxos somos hermanos con el cuerpo y el espíritu, en tanto que con los demás lo somos solamente con el cuerpo. En consecuencia, este es un motivo adicional para orar mucho más por ellos, porque son los que más sufren.
Padre, en estos tiempos, cuando las cosas están muy difíciles en Grecia, oro mucho con mi cuerda de oración... Pero, al mismo tiempo, pienso que la salvación de Grecia no depende de mi komboskini.
—Ese no es el problema, que la salvación del país dependa de tu komboskini, sino del hecho que pienses sin cesar en las dificultades que atraviesa Grecia. Esto significa que te duele lo que ocurre en tu país y le pides a Dios por él. Y Dios es el único que nos puede ayudar. Hay que pedirle también a Él que nos muestre verdaderos hombres espirituales, verdaderos Macabeos actuales, porque son muy necesarios. Ha llegado el momento en el que el bien debe enfrentarse al mal, porque la iniquidad se ha hecho ley, y el pecado una moda. Cuando vean que sobre Grecia vienen aflicciones muy grandes y el Estado emita leyes sin sentido, generando una inseguridad general, no teman, que Dios nos ayudará.
Entonces, como decía Usted, lo mejor es dejar todo y concentrar todas nuestras fuerzas en orar...
—¿Hace falta seguir hablando de ello? El mundo hierve como en una olla: La Iglesia, el Estado... ¡todas las naciones están al revés! ¡Nadie sabe qué es lo que viene! ¡Que Dios extienda Su diestra sobre nosotros! En la medida de nuestras posibilidades, oremos por este mundo, que le ha concedido demasiados derechos al maligno, y por eso es que sufre.