Sé siempre simple y libre de maldad
Debes saber que el maligno le teme al ayuno, a las vigilias, a la continencia, a la humildad, a la oración, a las lágrimas y otras buenas acciones. Si quieres que Dios te otorgue lágrimas, humildad y pureza, acuérdate siempre de la muerte y de tu propia tumba.
Esfuérzate, hijo, en ser siempre simple y libre de maldad, evitando que tu corazón piense de forma diferente que tu boca, porque esto se llama ardid y falsedad. Sé ecúanime, no mentiroso, porque la mentira viene de aquel que es astuto. Nunca devuelvas mal con mal y, aunque alguien te ofendiera, perdónalo, para que Dios te perdone a tí también. Si esto te resulta difícil, ora con toda tu alma por ese hermano tuyo y verás cómo huye la tentación de ti. No aceptes la envidia en tu corazón, no sea que el maligno te coma vivo. Al contrario, clarifica tus pensamientos y pídele a Dios que te libre de semejante tormento. Si vieras a alguno errando, no lo juzgues, no lo condenes, ni lo odies, para que no caigas en el mismo pecado. Mejor dí: “Yo soy peor y hoy le toco a él... mañana seré yo”.
Debes saber que el maligno le teme al ayuno, a las vigilias, a la continencia, a la humildad, a la oración, a las lágrimas y otras buenas acciones. Si quieres que Dios te otorgue lágrimas, humildad y pureza, acuérdate siempre de la muerte y de tu propia tumba. Si el maligno te engañara y te llevara a pecar, no pierdas la esperanza, porque sería tu perdición. Mas bien corre a confesarte, arrepentido, y empieza de nuevo, que Dios te perdonará y no se alejará de ti. El control de la lengua consiste en no responder, en no pronunciar palabras inadecuadas, en no condenar, en no insultar, en no maldecir, en no mentir, en no hablar mal del otro. La abstinencia de los ojos radica en no ver con atrevimiento el rostro ajeno y en no buscar intencionalmente una cara bella.
La abstinencia de la mente se demuestra cuando te aparece algún pensamiento malo e insolente, y no te le sometes ni lo aceptas; al contrario, lo expulsas inmediatamente por el asco que te provoca. Mejor date una bofetada y golpea también tu pecho, y entre lágrimas y suspiros de arepentimiento llama a nuestro Señor Jesucristo, diciendo, “Ten piedad de mi, Señor y no me dejes caer. Ten piedad de mi, Señor, porque soy débil. Avergüenza, Señor mio, al maligno que roba mi esperanza. Cubre mi cabeza con Tu gracia cuando luche contra el demonio. Derrota al enemigo que quiere vencerme, Señor. Aleja esos pensamientos que me asustan, oh, Palabra de Dios, con Tu consuelo”.
La continencia del vientre consiste en no llenarte al comer o al beber, ni desear o buscar comidas más refinadas o caras. Si quieres salvarte, sé mesurado en todo, humilde de pensamiento, paciente y sin desesperarte al arrepentirte. Si quieres avanzar, ora, absténte y ama. Sólo así podrás librar tu alma de las tentaciones del maligno. ¡Gloria a nuestro Dios!
(Traducido de: Sfântul Nil Pustnicul, Din cuvintele duhovnicești ale Sfinților Părinți, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, Suceava, 2003, pp. 305-306)