Seamos como dedicados jardineros del alma
A nuestro protopadre se le dijo: “Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado; porque polvo eres y en polvo te has de convertir” (Génesis 3, 19).
Al llegar la primavera, el jardinero limpia primero toda la tierra de la hierba dañina. Cuando termina, siembra las plantas en la tierra ya removida. Sin embargo, la maleza suele aparecer nuevamente y el hombre debe estar atento, durante todo el verano, para arrancar de raíz la maraña que vaya apareciendo y lograr que las plantas crezcan y se desarrollen sin problemas. De la misma tierra fue creado nuestro cuerpo, por eso, por mucho que se esfuerce el hombre en limpiarse de sus pasiones, estas aparecerán una y otra vez, a semejanza de la maleza. Volvemos nuevamente al ejemplo del jardín, al cual, si no tiene un cercado adecuado, las cabras y los cerdos entrarán y destruirán todos los vegetales. Y también hay aves que querrán venir a devastar las plantas. El sembrador debe estar atento a todo esto y cuidar su plantación. Del mismo modo, el cristiano debe cuidar sus frutos espirituales de las “aves” que desde lo invisible quisieran dañárselos. A nuestro protopadre se le dijo: “Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado; porque polvo eres y en polvo te has de convertir” (Génesis 3, 19).
(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Ne vorbesc stareţii de la Optina, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2007, p. 18)