Indiferentemente de en qué etapa de nuestro crecimiento espiritual nos encontremos, lo primero que se nos pedirá será la sinceridad con nosotros mismos y no intentar ser algo o alguien distinto a lo que somos en realidad, imitando algún comportamiento o forzándonos a integrarnos a determinado patrón con nuestro corazón, nuestra mente y nuestra voluntad, lo cual sería como mentirle a Dios. Además, esto representaría mentirnos también a nosotros mismos y ser un engaño para los demás. La primera condición es ser sinceros con nosotros mismos y verídicos en todo nuestro ser, practicando siempre la honestidad, para poder vivir con todo el ímpetu y la alegría que podamos generar.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Făcând din viață rugăciune, Editura Sofia, p. 110-111)