Seguir a Cristo en todo es aceptar tu propia cruz
Esto le da derecho a cada discípulo Suyo a sentir y decir, al final de su travesía: “¡Todo está consumado!”.
Ustedes no tienen por qué temer a los obstáculos, queridos hijos que contemplan con piadosa atención este sepulcro —tanto con los ojos de afuera como con los de dentro—, ya que sus corazones no crucifican a Jesús, sino que se crucifican con Él. Semejantes estados espirituales conforman la gloria de hoy y su felicidad futura. Cargar con la cruz de la renuncia a sí mismo, elevar a la misma altura el amor a Dios y el amor a la humanidad, crucificar tu cuerpo con todo y sus pasiones y apetitos, y morir ante el mundo para poder vivir a Dios significa obtener todo lo realizado por Dios-Hombre. Y esto le da derecho a cada discípulo Suyo a sentir y decir, al final de su travesía: “¡Todo está consumado!”.
¡Señor, Tú que obras nuestra salvación, lleva nuestros pasos a Tus sendas! ¡Oh, Tú que eres la Vida que se ofrendó a la misma muerte, haznos vivir en Ti para siempre! Amén.
(Traducido de: Sfântul Filaret, Mitropolitul Moscovei, Cuvinte despre Taina Crucii, Editura Sophia, București, 2002, p. 33)