Sembramos con esfuerzo espiritual, pero cosecharemos con alegría los frutos
Así como el agricultor trabaja con esfuerzo, para después recoger los frutos de su trabajo, también los cristianos, viendo y juntando los frutos de sus esfuerzos y de las semillas espirituales, se llenan de alegría: “Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre gritos de alegría. Se van, se van llorando los que siembran la semilla, pero regresarán cantando trayendo sus gavillas.” (Salmo 125, 5-6).
El agricultor, a su debido tiempo, siembra y después cosecha. Lo mismo sucede con el cristiano. El agricultor sabe cuándo debe sembrar. De igual manera, el cristiano conoce el momento adecuado para poner su semilla: el de su vida en este mundo. “He aquí el momento justo, he aquí el día de la salvación” (II Corintios 6, 2).
Los agricultores sabios y equilibrados no dejan que pase el tiempo preciso para sembrar, sino que se afanan y siembran. Asimismo, los cristianos correctos y sabios no dejan que pase el tiempo de su vida terrenal, sino que se esfuerzan sembrando su semilla, arrepitiéndose, realizando actos de contrición y de caridad, etc. Esta vida es sólo el tiempo de la siembra, porque en la vida futura esto ya no será posible. Este es el momento propicio para arrepentirte, para llorar por tus pecados, para orar, para hacer el bien a todos, porque en la otra vida no podrás ya hacerlo.
El agricultor se esfuerza y siembra, esperanzado en los frutos que habrán de nacer de esa semilla. De igual manera, el cristiano se esfuerza y siembra, esperanzado en el fruto espiritual, en la recompensa misericordiosa de Dios. Cuando llega la temporada de la siega, el agricultor recoge los frutos maduros de su propio trabajo. Lo mismo sucede con los cristianos: los frutos de su esfuerzo y de las semillas espirituales serán recogidos al final de los tiempos, con la resurrección de los muertos. Así como el agricultor trabaja con esfuerzo, para después recoger los frutos de su trabajo, también los cristianos, viendo y juntando los frutos de sus esfuerzos y de las semillas espirituales, se llenan de alegría: “Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre gritos de alegría. Se van, se van llorando los que siembran la semilla, pero regresarán cantando trayendo sus gavillas.” (Salmo 125, 5-6).
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, pp. 92-93)