¡Señor, quiero estar siempre preparado para seguirte!
Este es precisamente el rasgo supremo del carácter del Santo Apóstol Pablo: la decisión de salir al encuentro de su deber, aunque tuviera que sufrir tormentos y pagar con su propia vida.
Listo para servir, listo para sufrir, listo para dar su vida... ¡para esto se preparaba el Apóstol Pablo! Que Dios nos conceda mostrarnos preparados para todo esto, de acuerdo a Su voluntad. El Santo Apóstol Pablo no tenía dudas, no le pedía consejo a nadie, no iba buscando el permiso de otros, no se ponía a negociar con su propia conciencia, no titubeaba. Para él, la vida era como un esfuerzo perpetuo, al cual respondía con determinación: “¡Estoy listo!”.
¡Entrar al mundo pagano y luchar cuerpo a cuerpo con él, no era cosa sencilla! Pero no lo dudó ni un instante, al decir: “De aquí mi deseo de evangelizaros también a vosotros, los que estáis en Roma” (Romanos 1,15), listo para realizar todo, con tal de cumplir con la voluntad de Dios.
En ese entonces, Jerusalén era el lugar en donde quienes seguían a Cristo eran sometidos a toda clase de tormentos y, sin embargo, enfrentando el peligro, Pablo estaba listo “no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre de Jesús, el Señor” (Hechos 21, 13). Y cuando se halló frente a frente con la muerte, se mostró dispuesto a ofrecer su propia vida como garantía por sus convicciones. Este es precisamente el rasgo supremo del carácter del Santo Apóstol Pablo: la decisión de salir al encuentro de su deber, aunque tuviera que sufrir tormentos y pagar con su propia vida.
¡Que Dios nos conceda tener la misma determinación! ¡Que Él me conceda a mí también el seguirte con gozo, Señor, a cualquier parte, y poder cumplir, incansablemente, con Tu voluntad, lleno de devoción!
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 35)