Palabras de espiritualidad

“Si Dios lo sabe todo, ¿por qué tengo que orar y decirle lo que quiero?”

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Pidiéndole a Dios la paciencia, estoy coadyuvando en la obra de mi salvación. No espero de brazos cruzados. También yo participo.

¿Cómo alcanzar la oración pura y la perseverancia de la mente en la oración?

—Les repito: es imposible. La oración pura es un estado más allá de nuestra propia naturaleza. ¡Que ese “imposible” cambie en ustedes, con la ayuda de Dios! El actuar de Dios tiene muchas facetas. Cuando pronunciamos la oración de agradecimiento después de comulgar, decimos “que este alimento me sirva para la vida eterna”. ¿Y qué es “este alimento”? Fortaleza. Cuando te sientes agotado después de trabajar mucho, te sientas, respiras un poco, comes algo... y regresas a tus actividades. Así es este “alimento”, los Santos Misterios, sobre todo la Santa Eucaristía, pero también todas las santidades de la Iglesia: el agua bendita, el aceite santificado —es decir, la Santa Unción—, el antidorón y todo lo demás, por medio de lo cual recibimos las energías necesarias para continuar nuestra vida en contrición, para hacerla fructífera y “llegar a Aquel que es inalcanzable”, como dice el Acatisto de la Madre del Señor. Es decir, debemos lograr que en nuestra vida se realice aquello que en principio es “imposible”, con la ayuda de Dios y nuestra propia participación.

Y por eso aprovecho para agregar algo más: muchas veces me he preguntado, y también muchos jóvenes se me han acercado para cuestionarme esto: “Si Dios lo sabe todo, ¿por qué tengo que orar y decirle lo que quiero?”. No es que debas hacerlo, pero muchas veces la oración es el único método, la única forma en que puedes demostrar tu colaboración con Dios. Efectivamente, diciendo: “Señor, quiero esto”, Él sabe que quiero, pero también empiezo una forma de colaboración con Él. Algunas veces será, quizás, lo único que pueda hacer; en otras podré agregar mis propias acciones. Luego, “¡Señor, dame paciencia!”, es ya una forma de colaborar con Él. Dios quiere darme esa paciencia. ¿Por qué? Porque Él es enormemente paciente. ¿Vendrá el momento en que pueda manifestar mi paciencia? Lo importante es intentarlo. Luego veremos si lo consigo o no. Pero, insisto, pidiéndole a Dios la paciencia, estoy coadyuvando en la obra de mi salvación. No espero de brazos cruzados. También yo participo. ¿Cómo? En primer lugar, pidiéndole al Señor: “¡Señor, dame paciencia!”.

(Traducido de: Părintele Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, pp. 139-140)