Si supiéramos criar a nuestros hijos...
Toda la maldad proviene de nuestra propia indiferencia y del hecho que no enseñamos a nuestros hijos —desde pequeños— lo que es el respeto y el temor de Dios.
Si los padres criaran correctamente a sus hijos, las leyes, los tribunales, las condenas y las ejecuciones públicas serían cosas innecesarias, porque dice. “la ley no ha sido instituida para el justo” (I Timoteo 1,9). Descuidando a nuestros hijos, los llevamos a rodearse de los peores males, los entregamos a manos de los verdugos, y los empujamos al abismo, porque dice: “Quien mime a su hijo tendrá después que vendarle las heridas...” (Eclesiástico 30,7). ¿Qué significa “quien mime a su hijo”? Se refiere al que agasaja, consiente y elogia a su hijo más de lo debido. De hecho, el niño debe conocer la severidad, el cuidado de sus padres, y respetarlos. Esto no lo digo para que seamos duros con nustros hijos, sino para que ellos no nos consideren dignos de desprecio.
Y que nadie me diga que es difícil imponerse a los jóvenes. Si el Apóstol Pablo pide aún de la viuda que vigile a su hijo, con mayor razón deben hacerlo los hombres. Si esto fuera algo imposible de hacer, no nos los hubiera pedido. Toda la maldad proviene de nuestra propia indiferencia y del hecho que no enseñamos a nuestros hijos —desde pequeños— lo que es el respeto y el temor de Dios.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Părinții și educarea copiilor, Ed. Agapis, 2010, p. 46)