Amémonos los unos a los otros, porque “El amor, cuando hay fraternidad, / en mucho aventaja a la abundancia”.  Del amor nace la misericordia. “El amor todo lo soporta, no se envanece, no se llena de soberbia, no se enfada, no piensa mal ni se alegra con la injusticia, sino que siempre busca la verdad”.

¡Si al menos tuviéramos ese amor verdadero, ese amor espiritual! Porque, si tenemos amor, tenemos todo. El amor te hace paciente en la enfermedad, e incluso te ayuda a que esta te parezca agradable, porque te limpia de todo lo malo que se había ido acumulando en ti. Y si tienes amor por Cristo, eres capaz de soportar todo, incluso las ofensas y las burlas… Del amor proviene la paciencia. Con esto, tu hermano enfermo deja de parecerte repulsivo, y hasta te parece que huele a perfume.

El más grande acto de amor es cuidar a un enfermo. Y si lo cuidas con paciencia y amor, él se salva por medio tuyo, y tú por medio de él. No es algo bueno enfadarte. La ira no tiene ninguna relación con la justicia de Dios e impide que florezcan los frutos del amor. Cuando te enfadas, pierdes el espíritu de Dios, el espíritu del amor, y te llenas del espíritu del orgullo, de la soberbia.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Părintele Paisie Duhovnicul, Editura Trinitas, Iași, 1993, p. 10)